Recuerdos:
Mi paso por SA.M.S. BAGLEY Por Noemí Lucarini |
Corría el año 1954, en ese año terminaba mi escuela primaria que para aquel entonces constaba de siete años ya que existía el 1er grado y el 1ro superior. Mi padre a fines de año me acompañaba un día por la calle Córdoba y Rodríguez Peña para gestionar mi inscripción en el Normal Nº 1, soñaba que su única hija mujer fuera maestra.Pero su hija soñaba con la escuela de Bellas Artes. Nada de lo pensado ni lo soñado ocurrió; a partir de aquel día la hermosa relación que padre e hija mantenían se vio opacada de alguna manera porque ninguno cedía, cada uno defendía las razones por las cuales Noemí nunca sería maestra ni tampoco acudiría a Bellas Artes. |
Esta sería la razón que me llevó a que en un acto de rebeldía de mi parte y cierta libertad por otra decidiera incorporarme luego de asistir un primer trimestre al colegio a la vida laboral. Tenía 14 años recién cumplidos el día 20 de octubre de 1955 cuando ingresé a trabajar como ayudante de obrera en S.A. M.S. Bagley Cía. Con domicilio legal en la calle Gral.Hornos 256 de esta capital tal como figura en la libreta de trabajo del menor la jornada era de 6 horas y percibía un haber diario de m$n. de 18,30 .
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Libreta de trabajo de Noemí Lucarini en Bagley. |
¡Que días aquellos! ¿Que podía pasar por la mente de una pequeña niña de 14 años? Al principio una especie de terror , el primer día al llegar se me proveyó de un guardapolvo de color gris acero de mangas cortas y una especie de cofia como las enfermeras con una banda de color azul marino que identificaba que era menor , además el número de legajo tenía por ese motivo un cero a la izquierda. Aquel día nunca lo voy a olvidar en la entrada de Gral. Hornos por donde se ingresaba, estaban de custodia dos soldados pertenecientes a la Marina ya que el país en aquel momento ya había asistido al terrible episodio del día 16 de junio de 1955 que en septiembre terminaría con el derrocamiento del Gral. Perón.
moldes , como se trabajaba por tarea a cumplir , salían a la velocidad del rayo y quemaban tanto, con una espátula se rasqueteaba y ya estaba alguien llenándolos , siempre recordaré a las dos únicas operarias que vi en ese turno, tomaban con las manos una porción de la masa y la ponían en la balanza , siempre a una alta velocidad.
Así pasaron sin duda los más valiosos y difíciles años de mí despertar a la vida real. En ese ambiente de disciplina casi militar, ir al baño máximo 10 minutos, llegar 15 minutos antes del horario ya que las máquinas arrancaban a las 6 en punto. No conversar con la compañera de al lado, no perder un segundo era esa la consigna.
Luego estaba Maruja, una mujer muy hermosa que era capataza de una de las máquinas de las Criollitas y al descubrir mi buena letra, cambio un poco mi destino, me puso como su asistente y tomaba en una planilla de producción la cantidad que envasaban las obreras, allí la banda que estaba al frente de mi gorra pasó a ser de color blanco, todo un detalle y un peso, porque alguna vez a mis espaldas escuche “alcahueta”. Allí no termino mi recorrido, pase por los dulces, y la muy famosa Hesperidina y hasta por la sección hojalatería.
chicas, el llegar de mi adolescencia, ya que allí encontré a mi primer amor. Ese amor de aquellos besos robados antes de entrar a trabajar. Tantas cosas pasaron por mi mente Me imagine los sonidos de todas esas voces y los timbres que sonaban a la hora de ir a comer, los olores escapando por las ventanas para no quedar atrapados en medio de la demolición y las risas en la puerta de salida cuando las manos se entrelazaban para volver a casa después de la tarea cumplida – Me hubiera gustado tanto que al menos dejaran aquella fachada de la calle Gral. Hornos 256 pero… Los negocios no saben de éstas cosas. Es una lástima en otras partes del mundo dejan los pórticos de pié para dejar la huella de los que los antecedieron, aún las de sus invasores para ayudar a recordar para no repetir, o para mejorar las obras y hechos de otros tiempos. ¿Estaremos condenados a perderlo todo por obra del negocio inmobiliario? Sinceramente espero que no. Este es un recuerdo para los compañeros y compañeras de aquellos tiempos y de estos, trabajadores incansables y anónimos tantas veces ignorados y no reconocidos por su aporte cotidiano ya que con sus manos amasan ese budín, ese excelente bizcocho, envasan toneladas de galletas que llevamos a nuestras mesas sin pensar demasiado en su esfuerzo. Autor de la nota: La dirección de Buenos Aires Antiguo, agradece a la
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